miércoles, 24 de noviembre de 2010

TRANSFORMADOS DE GLORIA EN GLORIA: 2 Corintios 3:17-18


(17) ὁ δὲ Κύριος τὸ Πνεῦμά ἐστιν·
Pues el Señor es el Espíritu;

ο δὲ τὸ Πνεῦμα Κυρίου, ἐλευθερία.
y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad.

(18ἡμεῖς δὲ πάντες ἀνακεκαλυμμένῳ¹ προσώπῳ
Pues todos nosotros con el rostro sin velo¹

τὴν δόξαν Κυρίου κατοπτριζόμενοι²
mirando como en un espejo² la gloria del Señor 

τὴν αὐτὴν εἰκόνα μεταμορφούμεθα³  ἀπὸ δόξης εἰς δόξαν
somos transformados³ a la misma imagen de gloria en gloria,

καθάπερ ἀπὸ Κυρίου Πνεύματος.
según lo que proviene del Espíritu del Señor.

 (Ver notas de traducción al final)


El Espíritu trae libertad y nos transforma
“…y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad”.

   Hay libertad para tener acceso a Dios, en comunión íntima por medio de Cristo, donde él transmite su propia “vida” y cualidades de una vida perfecta (como el amor) a través de su Espíritu, en un modo cada vez más creciente. En el Salmo 63 el rey David habla de la sed de Dios, como símbolo de una experiencia vital con él y el objeto de la contemplación son las cualidades del Señor, así su corazón se iba haciendo cada vez como el de Dios.

“Pues todos nosotros con el rostro sin velo¹
mirando como en un espejo² la gloria del Señor 
somos transformados³ a la misma imagen de gloria en gloria

   Pablo ha señalado que por Jesucristo es quitado el velo, al conocerle convirtiéndose a él. “Con el rostro sin velo (develado)” significa estar viendo la realidad misma de Dios por sí mismo, aunque “como en un espejo”; es evidente, pues andamos por fe y no estamos mirando al Señor en forma directa: “…Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara.” (1Corintios 12:2a. RV60)

  El apóstol juega con el doble significado del verbo κατοπτρίζομαι² -katoptrízomai- “mirar o reflejar como en un espejo”. Al estar buscando contemplar por la fe la gloria del  Señor, su presencia ilumina nuestro ser interior, dejando al descubierto lo hay y lo que debemos ser (Jn.3:21), y así, somos transformados a su misma imagen por la presencia del Cristo reinante en el ser interior. Lo que se contempla es la grandeza y perfección del carácter del Señor, especialmente reflejado en el evangelio.

  Entonces, la gloria aquí debe ser comprendida como “el reflejo del mundo celeste”, de Dios en la persona de Jesucristo. El modelo celestial que reflejamos, así como los cielos están sobre la tierra, es infinitamente inalcanzable por las fuerzas humanas, por eso Pablo dice: “Ya no vivo yo, sino vive Cristo en mí” (Gál.2:20). Pues es la sublime imagen del mismo Dios.

“mirando como en un espejo² la gloria del Señor
somos transformados³ a la misma imagen de gloria en gloria

  El término μεταμορφούμεθα³ (metamorfoúmetha “somos trasformados”), no alude a un cambio ideológico, sino a una transformación total, a una renovación de todo el ser del hombre. Es una metamorfosis, un cambio completo en la estructura y el ser, que lo preparan o adaptan para un nuevo ambiente: “El mundo celestial, en la presencia de la gloria de Dios”.

  Dicha metamorfosis, no comienza en la resurrección, sino que el creyente es llamado a experimentar un cambio progresivo “de gloria en gloria”, es decir, de un estado de gloria a otro mayor, “viviendo en pos de la transformación”, hacia la misma sustancia que su Señor y Salvador. Por decirlo de otra manera:

  «Dios podía haber elegido transformarle en cualquier cosa apta para estar con él, pero eligió el mejor modelo y el que más amaba: el prototipo de su propio Hijo».

  Por medio de la fe, el creyente toma posesión del poder del Cristo resucitado, haciendo real la palabra de Dios, creciendo hacia el conocimiento pleno (epignosis) del nuevo hombre.

Finalmente,
“…según lo que proviene del Espíritu del Señor.”

  Significa que así es como el Señor, el Espíritu, actúa en la vida. Es la forma normal que se espera de un creyente que vive mirando al Señor, reflejando en forma creciente el carácter del Hijo de Dios.

  Resumiendo:
  Todos nosotros juntos como un cuerpo, estamos en el mismo proceso, teniendo libertad para entrar en una comunión íntima con Dios, contemplando por fe como en un espejo la perfección del carácter del Señor. Si se lo permitimos, la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, ilumina nuestro ser interior dejando al descubierto lo hay y lo que debemos ser; así, estamos siendo metamorfoseados por la acción del Espíritu, en una forma cada vez más creciente a la misma imagen gloriosa.

  NOTAS AL TEXTO GRIEGO
¹ ἀνακεκαλυμμένῳ: es participio perfecto, “develado”, “descubierto”.  Es decir, sin el velo.
² κατοπτριζόμενοι: “mirando como en un espejo”, “reflejando como en un espejo”, es una acción continua o repetitiva. Es un participio medio (hace la acción por su propio interés) de κτοπτρον (espejo) + -ίζω (hacer o frecuentativo de la acción). Literal: hacer la acción del espejo “Como mirando o reflejando”. Las distintas traducciones  usan ambos significados.  A.T. Robertson en el comentario al texto griego, indica que en Filón se entiende como “mirar en un espejo” y el Plutarco como “reflejar”. Según el contexto del pasaje y su referencia a Moisés, está claro que tiene ambas ideas “estar con la cara sin el velo mirando al Señor para luego reflejar su gloria”.
³ μεταμορφούμεθα: se traduce “transformar”, “transfigurar”.  Este verbo indica, no sólo un cambio exterior, sino un cambio de forma y estructura.
ἀπὸ δόξης εἰς δόξαν:  “de gloria en gloria” o también “desde la gloria hacia la gloria”. Aquí -por el contexto- somos transformados de un estado de gloria hacia otro mayor.
καθάπερ, lo mismo que, como. κατά (según, conforme) + un reforzativo. En 2Co.3:13 (según, como) “y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro…”.